Confunde y se equivoca
A juzgar por las reacciones que hemos visto en las pasadas semanas, y por las que están por venir, parece indiscutible que las medidas de recorte incluidas en las Instrucciones de Comienzo de Curso dictadas este año por la Comunidad de Madrid lanzan un mensaje bastante contundente a la comunidad educativa y al conjunto de la sociedad. Para entender este mensaje, puede que resulte esclarecedor pensar tanto en el fondo como en la forma, y tanto en lo que se dice de ellas como en lo que no se dice.
Recorte de plantilla
El recorte dado por las Instrucciones se concreta en una reducción de la plantilla de docentes de aproximadamente el 13%. Como siempre, los números varían según quién los haga. El mínimo está en los 1700 profesores interinos citados por la Consejería, y el máximo en los 3000 docentes citados por los sindicatos, donde incluyen ya reducciones menos bruscas hechas el año pasado, a través de otros mecanismos, como el retraso de las suplencias por baja médica. Para conseguir este ajuste, las Instrucciones aumentan el número de horas lectivas de cada profesor, de 18 a 20 horas semanales. Este dato, por si solo, es el mayor ejemplo de desinformación y confunsión, voluntaria o involuntaria. Para entender la repercusión de esta medida es necesario aclarar dos conceptos: ¿qué es un profesor interino?, ¿cómo se estructura el horario de un profesor?
¿Qué es un profesor interino?
Un profesor interino es un docente que ha aprobado las oposiciones de su especialidad, pero que no ha llegado a ocupar una plaza fija. Idealmente, este tipo de puestos existen para cubrir las necesidades variables del servicio: aumento de alumnos en un centro en un año determinado, suplencias por baja médica, etc. En general, desarrollan exactamente las mismas tareas que un profesor funcionario de carrera, aunque la situación administrativa no es la misma. No tienen plaza fija, pero tampoco se puede hablar de eventualidad: muchos llevan años y hasta décadas trabajando para la Administración en distintos destinos.
El horario de un profesor
El horario de un profesor se compone de horas de distinta categoría. Las horas lectivas son las más evidentes, aquellas que el profesor pasa delante de los alumnos. A éstas hay que sumarles las horas complementarias, de trabajo detrás del telón: preparación de clases, corrección de ejercicios y exámenes, reuniones de coordinación académica, colaboración con Dirección y Jefatura de Estudios, tutorías, atención a padres, horas de formación y actualización de conocimientos, organización de actividades extraescolares y viajes de estudios, etc.
¿Cómo cambian las Instrucciones el trabajo del profesor?
Oficialmente, las nuevas Instrucciones convierten dos horas de trabajo complementarias en dos horas lectivas, manteniendo el total en 37,5 horas semanales. ¿Y por qué es esto tan escandaloso? Se entiende razonablemente que habrá algo más de tiempo de clase, y algo menos de tiempo de preparación, pero no parece tanta diferencia—nada que no se pueda solucionar si los profesores arriman el hombro, nada que pueda afectar a la calidad de la educación. Hagamos números: 18/37,5 sale una ratio de 0,48 horas lectivas por cada hora de trabajo, 20/37.5 da una ratio de 0,53. ¡Apenas una diferencia de un 5%! Realmente los profesores madrileños, o no saben aritmética o no están en su sano juicio... ¿o no? Debe de haber algo más. De nuevo los datos, como ya sabemos sobradamente por la Economía, sirven para confundir y presentar una imagen que no refleja la realidad. Lo que voy a desvelar aquí me costará quizá la consternación y el rechazo de mis compañeros de profesión: no conozco a un profesor que trabaje 37,5 horas. No conozco a un profesor que mire el reloj y suelte el boli cuando las manillas marcan una hora o un número de horas específicas. El trabajo de un profesor no se mide en horas; se mide en alumnos. En el trabajo del profesor no se calientan sillas; la única métrica posible es atender a las varias necesidades educativas del alumno y, dentro de unas enseñanzas regladas, darle los conocimientos para entender, el estímulo para pensar y el impulso para trazar su propio camino. No concibo nada más ajeno a la labor de un profesor que el descorazonado cálculo anterior, burocrático y economicista.
¿Cómo cambian las Instrucciones la enseñanza del alumno?
En todo tipo de declaraciones y comunicados, la Administración nos remite al cálculo horario que hemos desgajado antes, pero ¿han hablado ellos de alumnos? Hagámoslo ahora; es relevante investigar cómo repercuten las Instrucciones en el número de alumnos a los que atiende cada profesor. Parece obvio que siempre habrá materias que se beneficien de dos horas lectivas más a la semana: puede haber refuerzos y grupos reducidos en matemáticas; puede haber clases de conversación en los idiomas... si lo que se persigue es realmente la excelencia en la educación, se pueden organizar los recursos para que los alumnos tengan más horas de clase —y sobretodo mejores horas, de atención a las necesidades específicas y los desafíos individuales. ¿Cómo se han implantado, pues, esas horas adicionales? ¿Cuánta más atención recibirá cada alumno? En un caso típico de Escuela Oficial de Idiomas, cada profesor pasa de impartir cuatro grupos con un total de 100 alumnos a impartir cinco grupos, con un total de 125 alumnos ¡El incremento en la carga de trabajo es de un 25%! La disminución en la dedicación del profesor a cada alumno, ¡de un 20%! Tampoco se trata de hacer cálculos enrevesados, parece obvio y razonable que si tienes que atender a un 25% más de alumnos en las mismas horas totales y con dos horas complementarias menos, tendrás que hacer de menos, más. Al mismo tiempo, sube por lo general el número de asignaturas y niveles diferentes que cada profesor imparte cada año, aumentando el esfuerzo de preparación de las clases. En las Escuelas Oficiales de Idiomas se pasa de dar dos niveles de un idioma a dar tres; en Secundaria, un profesor de Asesoría y procesos de imagen personal puede acabar impartiendo Biología. Tenemos ahora una visión más completa del esfuerzo que se pide a los docentes y me corrijo: se pide hacer de mucho menos, mucho más—siempre que queramos mantener la calidad y llegar al menos a donde estábamos antes.
¿Y la calidad de la educación?
Sin embargo, resulta poderosamente llamativo que el mensaje más repetido y contundente de los lanzados por la Administración Educativa de la Comunidad de Madrid es que estas instrucciones no afectarán a la calidad de la educación. No nos han proporcionado, no ya una explicación convincente, sino una justificación medianamente creíble que dé pie a esa afirmación. Esta respuesta dogmática no suple una justificación que en relalidad no pueden dar, pues solo se sustenta en la creencia --esperanza o chantaje-- de que los profesores pondrán de su parte mucha más dedicación a sus alumnos, en exceso de ese risible 5% de horas y hasta ese 25% más de alumnos y más allá. En resumen, realmente se nos pide mucho más de lo que aparentemente se nos exige.
La forma en que el Gobierno pide un esfuerzo
Conviene ahora valorar la forma que la Comunidad de Madrid ha querido darle al mensaje, a esta petición de solidaridad. El Gobierno de la Comunidad de Madrid, con su Presidenta a la cabeza, no ha tenido reparos en trasmitir el mensaje de que los profesores trabajan menos de 20 horas a la semana y que, debido a la “situación crítica” que atraviesa el país, se apela a nuestro sentido del deber para que “completemos horario hasta las 20 horas semanales”. Esto se ha dicho de viva voz y se ha puesto por escrito. No menos de 18.000 ejemplares con la firma de la Presidenta —que al final no eran tan ejemplares, pues tenían numerosas faltas de acentuación— se han distribuido directamente a los profesores. Afortunadamente, aunque con el daño ya causado y habiendo lanzado la consigna que sus medios afines repetirán hasta la extenuación, se han producido matizaciones con la boca chica; parece que la boca que rectifica no es nunca tan grande como la que se equivoca. Mas allá del desprestigio infligido, de la confusión alentada y del equívoco indolente, ésta es sólo una de las incoherencias que impregnan la actuación del Gobierno.
¿Se puede apelar a la “responsabilidad compartida” para solicitar un esfuerzo adicional a los profesores, y mantener total secreto sobre el contenido de las Instrucciones hasta la fecha misma de su publicación oficial, ya en periodo estival? Es difícil de justificar, a no ser que la Consejería las haya tenido que preparar apresuradamente en los primeros días de julio. ¿Se puede sostener que estas Instrucciones y la magnitud de este recorte son óptimos, cuando no se ha contado para su elaboración con ninguna participación de los docentes? Es difícil de justificar, a no ser que la Consejería goce de infalibilidad. ¿Se puede concurrir a unas elecciones el 22 de mayo postulando la excelencia en la educación, y suprimir miles de profesores el 4 julio? Es difícil de justificar, si se quiere mantener un mínimo respeto a lo que significa un compromiso electoral, y al mandato democrático que emana de las urnas. ¿Habría escrito la Presidenta miles de cartas intentando justificar el recorte, aun sin nombrarlo, de no haber cambiado el panorama electoral con las elecciones de noviembre? Cualquier acercamiento a la honestidad y la franqueza en la acción del Gobierno parece más inverosímil cuando aún hoy insiste contumaz en que “ni tocamos el horario, ni las condiciones de trabajo, ni prescindimos de nadie”.
Expediente de Regulación de Empleo
Lo cierto es que estas Instrucciones funcionan como un auténtico ERE de la Administración, dejando en la calle a miles de personas de una tacada, sin tener que someterse si quiera a los requisitos de la legislación aplicable a la empresa privada. Según la Ley, estos profesores se van a la calle sin indemnización alguna por despido, aunque puedan llevar 5, 6 o 7 años trabajando ininterrumpidamente para la Administración. Es una de las formas más atroces de contratación temporal. Por algún motivo no merecen la misma consideración legal que los trabajadores de RTVE, los de las Cajas de Ahorro y tantos otros, durante tanto tiempo. En definitivas cuentas, el Gobierno Regional se ahorra unas indemnizaciones y unos salarios, aunque el mismo Estado, a través de otra rama de su misma hacienda, la Seguridad Social, tendrá que pagar las correspondientes prestaciones por desempleo. El cortoplacismo de nuestros políticos prefiere antes pagar por desempleo que por educación.
La Presidenta de la Comunidad de Madrid se jacta de no haber reducido las retribuciones de los profesores, como ya nos hizo el Gobierno de la Nación en un “5% a los que menos, y entre el 10% y el 15% a los que más”, junto con el resto de funcionarios. Ellos redujeron lo que pagaban por el trabajo; ella ha aumentado lo que se trabaja por lo que te pagan. Verdades a medias, mentiras enteras. Se da ahora el agravante de que la Comunidad de Madrid ha elegido precisamente a la Educación para esta segunda vuelta de tuerca indiscriminada. ¿Es realmente la Educación el primer ámbito de lo público donde sobraba gente? Los policías no harán dos horas más de ronda. Los médicos no pasarán dos horas más de consulta. Las ventanillas no estarán dos horas más abiertas al público y los tribunales no tendrán dos horas más de vistas. Debe de haber alguna razón para que se haga esto con la Educación solamente y no con la Seguridad, la Sanidad, la Administración o la Justicia. Quizá la Presidenta ofrezca la razón en la citada carta explicativa:
“Quiero expresarles mi absoluta convicción de que la manera más eficaz de combatir esta crisis económica y de prevenir las futuras es mejorar el nivel de nuestra educación”
Entonces, ¿por qué en Educación?
O quizá la razón, si la hay, haya que buscarla más allá. Como con todas las decisiones del Gobierno hay beneficiados y damnificados; en este caso, la escuela privada y, respectivamente, los estudiantes y profesores de la pública. Sin embargo, no es mi ánimo conspirador; atribuyo más este ensañamiento con la Educación a una especie de oportunismo, incapacidad y algo de cobardía. Le han hecho esto a la Educación Pública porque es fácil hacerlo dentro de la Ley estatal vigente. No es necesario cambiar ninguna disposición de rango superior, no hay que defenderlo y votarlo en un parlamento ni reunir para ello al Consejo de Gobierno. Se camufla como una decisión casi administrativa, bastan las instrucciones de un viceconsejero para llevarlo a cabo. Se puede hacer en pleno verano, inadvertidamente. Si el Gobierno de la Comunidad de Madrid hubiera tenido el coraje de defender sus posiciones en un parlamento —la determinación de poner un tratamiento en lugar de dar una pastilla de su medicina— quizá hubiera propuesto con más justicia aumentar de 37,5 a 40 horas el horario de todos sus funcionarios. Podría también haber mirado a sus múltiples empresas públicas, o al ingente gasto publicitario. Incluso sus señorías podrían haber decidido recortar su propia plantilla. A fin de cuentas, ¿hacen falta tantos diputados, para acabar sin saber cuál te representa? Desgraciadamente, también este Gobierno descarta buscar soluciones equitativas y óptimas, y opta por arreglos fáciles y apresurados.
Tanto tiempo para tomar medidas, para tanta improvisación
Será discutible cuánto tiempo ha meditado el Gobierno esta medida, pero la improvisación de su aplicación es manifiesta. Los centros educativos estuvieron durante el mes de junio confeccionando la oferta y los horarios del curso siguiente y matriculando a alumnos con normalidad, para ver todo este trabajo descompuesto sin la menor advertencia. El desbarajuste es tremendo. Todavía a esta fecha, hay centenares de profesores de carrera, no ya interinos, que tampoco han sido destinados a ningún centro. Sin embargo, no se han respetado las reducciones horarias ni siquiera para Jefes de Departamento o Coordinadores de Tecnología. Aparentemente estas labores de organización del centro, o no restan ningún tiempo dentro del horario, o deben ser soportadas por los alumnos a los que les toque en suerte un profesor que ostente estas responsabilidades (por lo general y aun antes, nada codiciadas), o se espera que surjan del amor y el arte del profesor. ¿Realmente no podrían haberse mejorado estos aspectos del recorte si éste se hubiese expuesto de antemano, admitiendo sugerencias? ¿No podrían haberse facilitado medias jornadas para aquellos profesores de una edad y una condición que están dispuestos a cobrar menos por trabajar menos? ¿Y por qué los conductores del Metro han de tener más derecho a participar en la organización de su trabajo y en los recortes de su sector que los docentes? ¿Es esto premio o castigo? ¿Están los profesores menos cualificados que otros, quizá porque ya aceptaron una rebaja de sueldo mayor que lo que les correspondería según su salario anual, al tenerse también en cuenta la categoría laboral y ser ellos licenciados universitarios? La “generosidad y sentido del deber” a que se apela, ¿incluye la obediencia ciega y el deber de silencio cuando están intentando oscurecer la verdad y presentar una apariencia tendenciosa? ¿Se es entonces necesariamente irresponsable, si se ejercitan las acciones de protesta contempladas en la Ley, como son las manifestaciones y la huelga pacífica? ¿Es honesto achacar en eso una acción política? “No he de callar por más que con el dedo / silencio avises o amenaces miedo”. Pero, ¿acaso se puede llegar a pedir a un profesor que no explique!
Se puede hacer mejor. Se debe hacer mejor
La Comunidad de Madrid ha acometido en los últimos años importantes iniciativas de innovación y flexibilización en la Educación. Se han iniciado programas bilingües, se ha fomentado la formación del profesorado, se ha expandido la red de centros, se ha promovido la libertad de elección, se ha limitado el número de alumnos por aula; aunque ahora maltratados a las primeras de cambio por la oportunidad política, se ha intentado reforzar la autoridad del profesor. Mucho —y más— se puede decir de la forma en que cada una de estas iniciativas se ha llevado a cabo, pero este camino se ha andado de la mano de los docentes, que han aceptado el desafío de la docencia en inglés, que han buscado obtener nuevas cualificaciones, que han progresado en el uso de las tecnologías y en la atención personalizada al alumnado. Si esto ha sido así, no se entiende que ahora se encastille y dicte instrucciones de tapadillo, no para reestructurar y modernizar las enseñanzas, ni siquiera para establecer controles e incentivos a los docentes, sino para desinvertir brutalmente en recursos humanos en Educación. Si la coyuntura económica todo lo puede y siente la acción de su Gobierno tan limitada, su Presidenta debería sentarse con los profesores, mostrar a las claras un panorama coherente de progreso para los próximos años, y esforzarse por alcanzar acuerdos. Si tan excepcional y perentoria es, establezca ya una temporalidad definida para esta medida de recorte, priorice con nosotros otras medidas, y cárguese de razón antes de pedirnos un esfuerzo unilateral de 80 millones de euros anuales que manda al paro a miles de profesores y que, según dice, redistribuirá en otras partidas. Que lo urgente no soterre tampoco lo importante, el empeoramiento de las condiciones docentes, retributivas y laborales es desafortunado en el corto plazo y nefasto en el largo, invitando a los mejores a huir de la Educación y descapitalizando su motivación y empuje. En la escuela privada lo saben bien, ya que muchos de sus mejores profesores intentan año tras año, oposición tras oposición, encontrar hueco para su docencia en la escuela pública.
En resumidas cuentas, para el Gobierno de la Comunidad de Madrid su actuación con este recorte ha sido impecable en el fondo y en la forma, y aparentemente no hay razones objetivas para la disconformidad. Su Consejera de Educación ha llegado a decir recientemente que “niega la mayor”, que el recorte no existe. No puedo opinar igual. Me pregunto si enviará una carta a cada persona que manda al desempleo para convencerla de este particular; en tal caso, le recomiendo como entrenamiento releer (supongo) un clásico de Orwell, 1984. Este recorte ha sido una decisión cobarde y cortoplacista, para la que no han dudado en difamar a los docentes y que hurta a la Educación del gran debate que viene necesitando y que nadie quiere afrontar. Tanto si es por una agenda oculta —como muchos dicen y es razonable sospechar por el proceder del Gobierno— o si es por incompetencia e improvisación, personalmente me apena y me espolea en lo más profundo de mis convicciones. Hay comportamientos que no admito del gobierno; al menos no en la medida en que puedo oponerme a ellos. De ningún gobierno. No creo en la impunidad de la falsedad—nunca es impune pues, cuando menos, acaba castigándonos a los demás. Y creo, finalmente, que ésta, y no la contraria, es una lección que los políticos españoles deberían haber aprendido ya. Quizá estemos a tiempo de enseñársela.
Muy razonado tu artículo, J.Luis, sin duda tienes un tono muy
ResponderEliminardiferente del empleado por los sindicatos para reclamar esto o aquello.
Leyéndote e, incluso, leyendo entre líneas tengo la sensación de
que te solivianta más la forma que el fondo, por utilizar tus términos.
Te molesta más que no se nos consultara, que no hubiese consenso,
que el poder ejerciera como tal (con impunidad, en cierta forma).
Me parece a mí.
Tu argumentación en torno a la carga de trabajo, con el énfasis en
el número de alumnos más que en las horas, sin embargo, por
alguna razón no termina de convencerme. Porque para mí no
es tan importante tener en clase a 14 o a 20. Ya que tampoco
pretendo (ni es nuestra labor) hacer un seguimiento personalizado,
individualizado a cada alumno. Yo doy una clase en sentido "global" y el número
de alumnos (a no ser que sea excesivo o demasiado escaso) no
suele importarme mucho. Claro que quizá a un profe de Secundaria
le influya más.
Y tengamos en cuenta que cuando yo empecé en EOIs en 2006
había 35 alumnos por aula. Eso fue lo habitual durante muchísimo tiempo.
Es decir, mis alumnos sumaban 140
divididos en cuatro grupos. Ahora, con 5 grupos, no voy a llegar
a tantos. Y eso considerando, como todos sabemos, que el porcentaje
de asistencia en nuestro ámbito suele andar en torno al 75%. Casi nunca
tenemos la clase llena, en suma. Y hay grupos que tampoco que están
llenos en la lista.
En todo caso, sigo echando de menos (en general, en el debate) que se traten otros muchos temas que guardan relación directa con la tan cacareada calidad de la enseñanza/aprendizaje.
Comparto plenamente tu planteamiento, y me siento orgullosa de haber sido alumna de un profesor tan comprometido. Entiendo también que un profesor de Escuela de Idiomas no tenga la misma perspectiva que tenemos los profesores de Secundaria.
ResponderEliminarEn los Institutos dos horas lectivas más por profesor supone, a día de hoy, imposibilidad para hacer horarios. Las horas de asignaturas vienen fijadas por ley y esto hace que algunos profesores tengan que dar materias que no son de su especialidad para completar las 20 horas.
En secundaria es muy importante el número de alumnos por aula, sobre todo porque existe gran diversidad, (alumnos extranjeros que no dominan el idioma y no pueden seguir las asignaturas, alumnos con desfase curricular, alumnos con necesidades educativas especiales, alumnos muy capaces....). El curso pasado, en mi caso, el máximo de alumnos por aula fue de 28 y tenía apoyo de profesores que, bien dentro del aula o sacando pequeños grupos hacían posible la atención más individualizada.
Este curso por ejemplo, tengo un grupo de 2º de ESO (14- 15 años), con 33 alumnos y sin ningún apoyo, con menos tiempo para preparar trabajos adecuados a cada necesidad y con más grupos de los que ocuparme. (180 alumnos)
La educación en las etapas obligatorias es mucho más que el aprendizaje académico de asignaturas, es una formación personal mucho más amplia que se abordaba con programas y proyectos como “Mediación”, “Ecoesculeas”, (no me quiero extender) que no se podrán llevar a cabo.
Creo que es evidente que todo influye en la calidad de la enseñanza.
Hasta ahora la Enseñanza Pública garantizaba la igualdad de oportunidades, entre otras cosas podíamos estudiar idiomas con la misma calidad y sin un coste tan elevado como ofrecen los centros de tanto “prestigio”, a partir de ahora no tengo tan claro que en todos los barrios tengamos las mismas oportunidades.
Sobre el tono y las formas.
ResponderEliminarLuis, es que el tono es muy importante. Si se quiere llegar a algo, el tono debe ser el adecuado desde todas las partes. Creo que todos entendemos y sentimos la diferencia entre hacer sonar una petición como un insulto, y hacerla sonar como una petición.
Me soliviantan las formas, en sí mismas, y también porque impiden llegar a un mejor fondo. Creo que se alcanzan mejores soluciones cuando las cosas se discuten, y cuando se valoran opciones y posibilidades. Por supuesto, quien tiene la responsabilidad de gobiernar, gobierna, pero también tiene la responsabilidad de gobernar de cara a los sectores implicados. Hay muchos excesos en estas Instrucciones que podrían haberse corregido contando con los profesionales del sector, que en este caso somos los profesores.
Este gobierno lleva muchos años al frente de la Comunidad de Madrid, y no me vale decir que la situación ha obligado de mayo a junio, porque entonces la previsión --no ya la de los ultimo años, sino la del momento-- es realmente catastrófica.
Y finalmente, aun peor que las formas, es empeñarse en la falsedad y la mentira. Que se expliquen y se consideren todas las cosas, y cada uno sabremos estar a la altura de nuestra responsbilidad. Desde luego, no se trata de "dar dos horas más de clase".
Como dices, se echa de menos otra amplitud en el debate. ¿No sería mucho más maduro que debatiésemos más cómo se pueden hacer mejor las cosas, en lugar de si reducir o no el número de profesores es un recorte?
Sobre horas y alumnos, y el esfuerzo que representan.
ResponderEliminarCreo que en otro comentario Toñi ha explicado, mucho mejor que de lo que yo puedo hacerlo, la repercusión del número de horas en Secundaria, y cómo afecta al número de alumnos que tendrá por clase. Me centro un poco en EOI ahora.
Creo que la visión que ha dado Luis está un poco centrada en el profesor, lo cual no es necesariamente malo, pero tampoco completo. Desde el punto de vista del alumno, en la enseñanza de idiomas es fundamental el número de alumnos por clase. Aunque solo fuera por las oportunidades de participación y, sí, por tener la posibilidad de que te ayuden con tus problemas de expresión oral. Con los tuyos propios, más allá de los "globales". Nadie aprendemos a hablar sin que "nos corrijan", y aunque hoy en día se puede aprender tanto idioma o más dentro del aula como fuera, esa parte sólo se puede hacer en el aula. Por ejemplo, no hay muchos ámbitos donde uno pueda elaborar un discurso, aunque breve, sobre un tema, y que le orienten sobre cómo hacerlo. También hay muchas interacciones que sólo se pueden vivir en un país nativo, o simularse en clase. Ni siquiera con 20 se tienen las mismas opotunidades de hablar en el aula que con 14. Luego yo diría que sí, que cada alumno importa, más allá de los números extremos, y de que no se pueden diseñar las mismas actividades de clase para 5 alumnos que para 35.
Lo anterior es independiente del "seguimiento personalizado". Luis, tú dices que crees que no es nuestra labor, yo creo que sí. O por lo menos, que si no lo ha sido, debe tender a serlo. Eso es buena parte de la "calidad". Vamos a dar detalles, para ver si al final no estamos diciendo lo mismo, y déjame que hable mejor de "atención" personalizada. Por ejemplo, todos mis alumnos entregan sus redacciones en un archivo digital. Cuando las leo, les señalo errores, les hago profusos comentarios y, en la medida de lo posible, les inserto enlaces para que trabajen los errores que me parecen más graves. Por ejemplo, un enlace a una explicación del pasado perfecto, que es materia de cursos anteriores, pero que muchos no dominan. O enlace a una web de ejercicios, o a una entrada de diccionario, para que vean cómo se usa un determinado verbo y se acostumbren también a consultarlo por su cuenta. Eso es atención personalizada, y yo personalmente puedo dársela gracias a las nuevas tecnologías, pero es mucho más costoso dársela a 125 alumnos que a 100. Otro ejemplo más sencillo: yo me entero a principio de curso de qué estudia o en qué trabaja cada alumno, y procuro darle más participación cuando tratamos un tema próximo a lo suyo. O le pido que comente en nuestro blog, cuando hay noticias de ese campo. Esto responde a mi esfuerzo particular de intentar hacerles involucrar el inglés en su vida, de hacerlo vehicular, y también es un esfuerzo personalizado que no se da igual a 5 que a 50.
Supongo que cada profesor debe tener sus maneras de personalizar. Las que mejor le funcionen, pero debe tenerlas. En idiomas en particular, la personalización se ha demostrado como un factor de éxito clave.
Dejo para otro comentario lo que dices sobre la variación en el número de alumnos.
Sobre los alumnos por clase y la asistencia en EOI.
ResponderEliminarCuando yo estudiaba en EOI también éramos treinta y tantos alumnos por aula. Con razón el nivel de inglés de los españoles era el que era, y nos está costando lo indecible remontarlo.
El reducir el número de alumnos por clase y profesor, que es lo que hizo el gobierno autonómico en su día, es fabuloso --y lo diré aquí y donde me dejen--, a la par que imprescindible si se quiere impartir una enseñanza de idiomas efectiva. O dicho de otra forma, si se quiere sacar beneficio al dinero que se emplea, y que de verdad los alumnos tengan oportunidad de manejarse con cierta soltura en un idioma extranjero una vez que han completado los estudios. Estarás conmigo en que esto no siempre se consigue ahora, y en que antes se conseguía mucho menos.
Además, en buena lógica, si una cosa es buena su contraria suele ser mala. Menos alumnos por clase y profesor fue beneficioso para el resultado y la calidad, y más alumnos por profesor será perjudicial. También esto lo diré siempre que pueda, y que conste que es una cuestión distinta a si podemos permitirnos económicamente, como sociedad, unos tipos de enseñanzas u otros. Ese es otro debate. Y es uno de los debates que se ocultan cuando el gobierno regional se empeña en negar que haya recorte, o que este afecte a la calidad. Mala política.
Si el retroceso es tanto como para llegar a una situación peor que la década pasada está aun por ver --quiero pensar que hemos ido ganando en productividad-- pero el retorceso en sí no se puede negar. No con honestidad.
Respecto a la asistencia, las Escuelas Oficiales de Idiomas tienen la particularidad de que la mayoria de sus alumnos son adultos y tienen otras ocupaciones principales además de estos estudios. Casi nunca tenemos la clase llena, y casi nunca vienen exactamente los mismos alumnos. Y esto lo hace aun más dificil, pues se distorsiona el progreso y la unidad del grupo. La variabilidad en la asistencia es más trabajo, no menos, porque creo que es legítimo pedirle a un profesor de EOI que intente paliar esta circunstancia. Por ejemplo, yo lo intento mediante el blog, facilitando que puedan seguir por ahí lo que se ha hecho en clase (con resúmenes), y procurando evitar así que desconecten.
Los grupos que no están llenos en lista son un fracaso absoluto de gestión. Personalmente me parece increíble que no se dicten las instrucciones oportunas para evitarlo, y me parece que demuestra una gestión muy ineficaz por parte de la Consejería. Con la increíble demanda que tiene el conjunto de escuelas, ¿de verdad no podría tenerse una bolsa única de matriculación, y tirar de ahí cuando en una escuela no se llena un grupo? ¿Es que no hay gente que se queda sin plaza en Moratalaz que estaría dispuesta a venir a Vallecas? Claro, require un esfuerzo de gestión, de flexibilidad y de medios. ¿Tan difícil sería tener un proceso dinámico de prueba de nivel y de matriculación que permitiese hacer matrículas en cada momento que surjan plazas? Creo de verdad que no.
Pero siempre es más fácil tomar medidas burdas, de brocha gorda, que bajar a los detalles y buscar la mejor solución al menor coste.
Estupenda y certera reflexión. Ojalá algún periodista te leyera...
ResponderEliminarEspero que no te importe que la reproduzca en nuestro blog.
Un saludo
Interesante artículo. Estoy de acuerdo en gran parte de las cosas que dices, José Luis. Y está muy bien escrito. Por cierto, ahora ando por aquí, por Madrid. Hoy mismo me he encontrado por la calle a Itxi y Lolo y me sentí un poco mal por no haber tratado de localizar a la gente de Dallas, pero la verdad es que no sabía muy bien quién andaba por aquí y quien no, así que lo dicho, escríbeme para quedar y contarnos la vida.
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